Kunming fue un inicio prometedor, porque siendo una ciudad, lo que vimos e hicimos (en apenas un día) fue agradable. A un día y medio de haber aterrizado ya teníamos los boletos del tren que nos llevaría a Dali. El grupo era ahora de siete personas en total, los dos ya mencionados, cuatro húngaros y yo. Los húngaros: dos mujeres (Reka y Kinga) y dos hombres (Robbie y Sandor), todos estudiantes de chino, cada uno en distintas universidades, se conocen porque todos fueron compañeros en su país antes de venir. Hablaban en promedio mejor que el resto, sabían más porque ya venían con estudios superiores en el idioma, pero no se manejaban con soltura (a fin de cuentas, de todos los extanjeros que he conocido acá, que son hartos, menos de diez pueden realmente demostrar un dominio verdadero del mandarín) Se supone que son futuros sinólogos, aunque es difícil imaginarlos en asuntos académicos. Particularmente Robbie, a quien pueden apreciar en las fotos con su barba ZZ Top. Este campeón de los bares bebe lo que le pongas por delante. Tiene una inmensa debilidad por las chicas de ojos rasgados y un “buen corazón” como suelen tenerlo muchos borrachines... pero no quiero difundirle una mala impresión, es un tipo muy simpático para irse a vacacionar, y se ahorra plata buscando las opciones de transporte y alojamiento más baratas posibles. Por otro lado, produce un efecto impresionante en las calles, todos los chinos lo miran con una cara de asombro casi imbécil, quiero decir, se quedan parados y boquiabiertos como si vieran un extraterrestre, algunos son tan descarados como para detenerse delante y mirar, o seguirlo a ver que hace... en fin, eso no le sucede tanto en Beijing.
Reka y Kinga son las (¿clásicas? como saberlo) europeas del este que se creen del oeste, parte de una benigna y altiva elite, se sienten superiores y llamadas a ejercer una especie de compasión hacia el “pobre chinito” promedio. Por lo mismo parecían cuicas chilenas. También eran de las que las vacaciones consistían en ir de shopping y comer en los restoranes y bares taquilleros. A pesar de ello, ambas son simpáticas, Reka parlanchina y chistosa, Kinga introvertida, andaba con un fuerte dolor en la espalda que la tenía bajoneada y casi siempre se quedaba en su habitación, excepto para comer. Ninguna de las dos me quitaba el sueño.
El otro de la foto es Sandor. Mirándola ahora me parece que los tres tipos somos Marx, Lenin y..... ¿Lennon? ¿Jesús? Bueno, yo nomás. Sandor tenía una idea de vacaciones mucho más parecida a la mía: ir a las reservas naturales, a la montaña, a los lagos, a las pequeñas villas rurales. Coincidimos en la mayor parte de los viajes que emprendimos desde las ciudades o pueblos donde nos quedábamos a alojar.
La segunda estacion del viaje es Dali. Un pueblo pequeno emplazado entre una cadena de montanas y el lago Erhai, que en espanol significa algo asi como “forma de oreja” (en los mapas no diria que se parece a una, pero si es alargado y bastante grande). Llegamos al anochecer a buscar alojamiento, habia bastante disponible, encontramos un hostal que nos cobraba 15 yuanes por persona en habitaciones de tres o cuatro camas, pero las chicas prefirieron cambiarse de hostal y pagar un poco mas por algo mejor.
Dali era una ciudad mucho más importante en la antiguedad. No sé mucho de su historia pero hubo una especie de reino gobernado desde allí en algun período. Vestigios de aquello no se notan. La zona está poblada por la etnia Bai y un grupo creciente de chinos Han que se compran las propiedades y los suelos y empiezan a levantar tiendas, restoranes, hoteles, edificios, etc. Después de 20 años de crecimiento desbocado en China, no se puede esperar que la modernidad no aterrice donde quiera que los turistas (chinos) se interesen en visitar. Que había para hacer, pues dentro de la zona que la antigua muralla delimita, comer, tomar, comprar, tomar más / fumar y dormir. Bares ya hay bastantes y no faltan los mochileros franchutes alocados que se instalaron con un antro europeo alterna y deciden vivir un tiempo indefinido en el lugar, o los jóvenes profesores de inglés extranjeros que viajan de vez en cuando y que sobran en Beijing, o los más maduros europeos que se casaron con una Bai y se quedaron para siempre (colocando el respectivo bar-restorán en el frontis de la casa). En el mercado local pudimos apreciar de cerca las cabezas de chancho en venta y otras carnes, verduras extrañas como el wasabi (sí, de una planta se hace el polvo que con agua lo mezclan y te lo sirven para que comas con el sushi y los rolls), las infaltables jaulas llenas de gallinas. Una señora llevaba a su guagua embolsada en la espalda (una típica costumbre Bai), una bolsa de verduras en una mano y una gallina viva en la otra. Masato la notó cuando estaba al lado de él y salió corriendo y gritando, como si nunca hubiese visto una gallina. El mercado irrumpió en risas y la señora se fue tras él, todos cagados de la risa con el show gratuito, enseguida Marie empezó a citar la gripe aviar y nos empezó a instar a que nos alejáramos de los plumíferos enjaulados.
Alrededor de Dali hay ene cosas para hacer: lo primero es ir al lago y si uno es de derrochar plata, subirse a un ferry y cruzar el lago, por el puro gusto de andar en bote. No parece apto para el baño o era muy frío: al menos en el momento que fui solo habían botes y pescadores, niños jugando en la orilla pero no bañistas. Seguro que en verano se meten al agua. Alrededor del lago hay ene pueblitos, unos esconden casas de adobe y barro que deben ser como mínimo del siglo 19, sospecho que algunas tenían 400 o 500 años. Otros esconden templos, fuimos a uno y nos dejaron tomar fotos si dejábamos una cooperacion, las viejitas que atendian el templo rendían tributo a los dioses budistas, les dejaban frutas, pan frito, pollo y otras cosas, y cuando alguien donaba agarraban la bandeja y te decían que comieras, de puro respeto me tragué un pedazo de masa refrita de color verde que pasaba por wantan añejo, usan algun colorante desconocido, al tomarlo me chorrearon los dedos de grasa y no pude mas que aguantar el trago para no ofender a la viejita que me decia que comiera, hablando en lengua Bai me imagino.
A veces anduvimos en unas carretas tiradas por una mula o caballo pequeño, son como los taxistas Bai, su único trabajo es tratar de subir a la gente y llevarla adonde sea, a la montaña o al lago o a la esquina, aunque uno no quiera, para cobrarte después miserables dos o tres kuais, cosa triste, si lo pensaba demasiado me daba pena porque eran demasiados y no podian competir con los taxis o los buses. Para ellos debe ser harto dinero, para nosotros era un chicle. Recorrimos los cultivos de té (lleno de té por todos lados, este país) y fuimos tambien a unas (al parecer famosas) Tres Pagodas, que para verlas de cerca tienes que pagar como 50 kuais, cosa que no hicimos. No tenían o no conciben o no nos quisieron vender ticket de estudiante (mitad de precio) asi que no entramos, desde afuerita nomás les sacamos hartas fotos y fue suficiente. Hacia las afueras del pueblo había un estudio de televisión y cine gigante, con réplicas de la Muralla, de templos, de distintas cosas. Allí filman muchas películas de artes marciales o de dramones históricos chinos o series de TV. Habia que pagar también y la verdad no nos interesaba asi que tampoco entramos.
Yo tenía en la mira las Montañas de Jade Verde, 4000 metros de altura y tapizado de bosques y tumbas... resulta que los cementerios locales se hallan todos en las laderas de las montañas, entre los árboles, es una imagen atractiva y misteriosa y les juro que el silencio alrededor de las tumbas es sepulcral. No hay pájaros trinando, no hay animales. Al subir sentía el calor, el sudor y el sol, pero al bajar era frío y la soledad lo hace a uno empezar a imaginar fantasmas o aparecidos vigilando tus pasos.
Hay dos teleféricos para subir a la montaña, pero decidimos escalar. Yo, más bien; Marie, Masato y Sandor se sumaron pero ya a la mitad se querian subir a los carros que colgaban de los cables por sobre los árboles. Robbie se cansó incluso antes de llegar a la falda, se echó a pasar el hachazo de la noche anterior entre las rocas y matorrales. Las húngaras ni hablar de escalar: a una le dolía su espalda sin haber hecho nada, la otra no subía si no era en el cable con su amiga. Al final sí subieron pero por su cuenta durante otro día. “Escalar” es mucho decir, además; era simplemente subir el cerro. El final del sendero era un templo a 2900 metros de altura (Dali esta como a 1900), por donde pasa un camino peatonal pavimentado que recorre las montañas de norte a sur por 16 kilómetros de forma horizontal, o sea que a partir de ahí más encima era como dar un paseo por el parque. Yo habría intentado subir los 4 mil metros, pero como nadie más quería no me atreví a andar solo, se me podía hacer de noche allá arriba.
El Camino de las Nubes de Jade te llevaba adentro de los valles y recovecos. Desde allí se podía apreciar un paisaje hermoso tanto hacia afuera como hacia dentro. Abajo a lo lejos, podías ver el lago en toda su extensión y las Tres Pagodas pequeñitas, como legos, y Dali, y los campos de té. En algunas partes el camino tenía barandas para evitar caídas libres de 100 o 200 metros, mirar derecho hacia abajo era impresionante. Al fondo de los fiordos el agua corría y formaba pequeñas piscinas naturales y algunas cascadas, hacia arriba se veian las montañas con manchas de nieve en la cima.
Tanto me gustó que decidí subir de nuevo otra vez antes de irnos a Lijiang, para recorrer otras partes, subí solo esa segunda ocasión. El otro evento en Dali era el cumpleaños de Robbie. El 24 de enero lo celebramos entre chelas (Dali pijiu, la cerveza de Yunnan), el baijiu chino y ron de Burma (malísimo), se nos sumaron un new yorker, un pikey londinense, una alemana, dos suecos y una china dueña del local donde desayunábamos. Nos perdimos por el pueblo, entramos y salimos de los antros, en uno conocimos a Jim, un tibetano famoso porque sale citado en la Lonely Planet, tiene su local “Peace Cafe” y su hostal, todo un empresario, se construyó un segundo hotel ya más para el turista adinerado en otro lado; nos contó su historia y tomamos de su “Jim's No. 1 Special”, un alcohol lleno de hierbas supuestamente buenas pa la salud, sabía bien, pero la caña era terrible después. Nos topamos con el bar de los francesitos aventureros y nos quedamos ahí bailando, uno de los locos andaba con un instrumento musical inventado en suiza hace cuatro años o algo así, es un platillo volador de metal que se percute con las manos como si tocaras congas o bongoes y suena parecido a un metalófono, es como pegar dos wok uno mirando al otro y sacarle los mangos o asaderas y pegarle con las manos. Se me olvidó el nombre del ovni musical. El tipo tocaba bien, pero la onda era rara, en fin, demasiados franceses juntos, perdónenme mis amigas/os franceses, simplemente era raro el ambiente.
No se si se me queda algo de Dali... en el próximo recuento cierro esta parte y abro la tercera, la que habla de Lijiang, mas al norte en Yunnan.
Saludos