Saturday, February 11, 2006

Vacaciones 1° parte: Kunming

Nota previa: no me ha sido desconocido ni indiferente el resultado de las elecciones en Chile y todo el proceso electoral desde diciembre hasta ahora, así como la conformación del nuevo gabinete y en general las noticias más relevantes de la política y economía nacionales. Simplemente elijo no hablar sobre esos asuntos acá. Pero si a alguien le interesa mi opinión o comentarios, escríbame un correo y le damos una vuelta.

La última vez que escribí les comenté que intentaría actualizar el blog durante el viaje al interior de China; esa fue mi segunda ilusión. ¿Cuál fue la primera? Creer que podría dar la media vuelta por ene partes con una cantidad limitada de plata. El mito de que China es barato es eso, un mito. Hay cosas baratas y cosas caras, como en todos lados. Y obviamente será barato para un europeo o un estadounidense, pero no para un chileno. Además que en epoca del Festival de Primavera (Año Nuevo Chino) todo se encarece, sobretodo el transporte de larga distancia y el alojamiento.

Así pues, no llegué a Xi'an ni, una vez descartada esa ciudad, tampoco a Pingyao, el pueblo antiguo donde pretendí concluir esta pequeña odisea. Me salté también el Monte Émei. Pero lo que alcancé a ver fue más que suficiente para declarar el viaje todo un éxito.

Empecemos comentando la compañía que tuve la mayor parte del viaje. Por coincidencia de destino nos coordinamos Marie, una francesa; Masato, japonés; y yo para tomar un vuelo a Kunming, capital de Yunnan. Los dos son amigos de la U. La chica es una hipocondriaca simpática que tiene un gran “miedo racional”, como lo llama ella, a las alturas. Lleva seis años aprendiendo chino en Francia, pero no es experta ni nada por el estilo, simplemente sabe hablar regular, por supuesto más y mejor que yo. El cabro es un self'styled rockstar, andaba con su guitarra... eléctrica al hombro y le gustan los accesorios y la ropa rockera. Está recien salido del cole y formó una banda de “rock duro” en Beijing con otros tres japos (los escucharé tocar en el Bla Bla Bar el próximo 11 de marzo). Ambos acompañantes iban a la búsqueda de Robbie, un húngaro que también estudia en la U y que estaría de cumpleaños el 24 de enero, con el plan de celebrarlo en Dali. Como yo también me dirigía allí, decidí sumarme al carrete. Al bajar del avión sentimos la brisa templada y la temperatura más agradable desde que estuve en Algarrobo. Con el sol brillando intenso nos sacamos de inmediato la ropa gruesa y empezamos a reir de alegría por el clima que nos recibía. Además, Kunming es mucho más limpia, o así lo parecía, que Beijing o Harbin.

Compramos un mapa y salimos a la calle a tomar el bus que nos llevaba a la avenida donde se encontraría el hostal donde nos esperaba Robbie. El hotel era invisible, se entraba a través de una agencia de viajes o algo así, terminamos caminando más de la cuenta pero tomé algunas fotos... en el segundo piso había una especie de escuela para secretarias y ya en el tercero el hostal. Habitaciones amplias para compartir de a tres o cuatro, aunque sucias y sin baño, pero baratas, serían la tónica de todo el viaje. Con mi saco de dormir a todos lados no me hago atado. Ir a los baños compartidos o ducharse fueron experiencias más complicadas, dilatables pero finalmente inevitables.

Robbie nos había reservado piezas y asi rápidamente nos dedicamos a recorrer la ciudad durante el día y comprar los boletos de tren a Dali para el día siguiente. Conocimos a tres amigos de Robbie, todos húngaros, todos estudiando chino en diversas ciudades de China. Los cuatro nuevos sujetos también se sumaban al mismo recorrido. Ya hablaré de ellos. En Kunming no alcanzamos a ver mucho, pero por las fotos se puede decir que vimos cosas interesantes. Entre la arquitectura moderna se esconden un templo de más de 1000 años, aun en pie; unas pagodas a mal traer, pero interesantes al fin y al cabo; mezquitas que parecen hoteles u oficinas; y mercados, mercados, mercados... si algo tienen todas las ciudades chinas en sus calles son vendedores y mercados, grandes y chicos, de verduras, animales o carnes o frutas o teléfonos celulares o dulces a granel o piezas para automóviles o artículos de baño, todo mezclado o por separado. Ya verán que en otros lugares también tengo fotos de mercados, están en todos lados.

El plato local que “tienes que probar” según las guías turísticas, son los tallarines “a través del puente” o “cruzando el puente” (Across-the-bridge noodles, no caché el nombre en chino), lo que en verdad no es problema, porque cualquier restorán te lo pone delante por defecto. Se trata de una sopa con fideos, cosa simple, a la que le añades ingredientes extra: te dan una lista de verduras, huevos, carnes de las que puedes elegir y cada cosa que añades hace el plato un poquito más caro... como pedir una pizza y ponerle los ingredientes. Dónde está la gracia, en que te lo ponen todo crudo en la mesa, delante tuyo, y te traen el bowl con la sopa hirviendo y tú le echas los ingredientes antes que se enfríe, los cuales se cuecen dentro del menjunje. Marie se horrorizó al ver que lanzaban la clara y yema de un huevo en su sopa e invocó inmediatamente la gripe aviar y la salmonella o qué se yo y se negó a comer, así que tomé su plato y le pasé el mío, al que yo aún no echaba el huevo. Y todo esto para decir, sí, lo probé, estaba bueno, pero no tiene nada especial aparte de lo ya descrito y sabe igual que ene platos de fideos chinos que he comido en el casino de la U.

Por alguna calle de las que nos metimos detecté la foto que más me gustó de la ciudad. Venía saliendo de los baños públicos (que también los hay por ene lados, pero es mejor ni mirarlos desde afuera) y los amigos se habían adelantado un poco, cuando veo un cachorro, digamos casi perro adulto (cosa rara ver perros en China, digamos que no existen los perros callejeros: se los comen), amarrado a un poste mirando los autos que intentaban avanzar en medio del taco eterno, con esa mirada de perro resignado. Hasta ahi nada, pero de repente veo a una niña lanzarze corriendo desde algún rincon a la sombra hacia el perrito, profiriendo palabras de aliento y cariño en chino (pero ese tipo de cosas las percibes sin necesidad de entender lo que escuchas) y abrazándolo con todo su cuerpo, amor incondicional... sin pensarlo prendí la cámara y agarré a la niña en el acto de darse cuenta que un extraño la miraba, mientras el cachoro ya me había detectado y ponía su instinto vigilante perruno a trabajar sobre mí. Me llamó poderosamente la atención este gesto humano tan típico, que sin embargo no se aprecia comunmente en China. Así es, entre los adultos las emociones no se expresan abiertamente, mucho menos en la calle, y es cosa de que la niña crezca para que ese tipo de actos desaparezcan de su habitus. Me pongo a pensar, por ejemplo, en las parejas chinas y en lo raro que es pillarlas besándose o abrazándose en público.

Disfruten su febrero por allá, que el mío es crudo a partir de ahora. Pronto la segunda y etcétera partes de mis vacaciones.

JC


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